miércoles, 22 de junio de 2011

Mis ojos ven avanzar el paisaje al ritmo de mi propia banda sonora. Inesperadamente, me asalta un pensamiento que pronto es sofocado al subir el volumen de la música. Mis oídos protestan e ignoro sus gritos. Ahogo fugaces momentos a golpe de guitarra, terminan diluyéndose, cayendo en el más absoluto olvido, un recoveco en mi cerebro, ínfimo, almacena hechos pasados que quiero olvidar y terminan siendo borrados al introducírseme nueva información, como un cristal empañado, en el que vas apreciando tu rostro con mayor nitidez a medida que el vaho desaparece, por sí solo. Cierro los ojos y veo cosas, los abro, desaparecen. Me escurro en el asiento, bajo la mirada, y aprendo.

sábado, 4 de junio de 2011

Hacía tiempo que no notaba la calidez de unos brazos rodeándome el cuerpo.
La soledad de mis hombros desnudos.