domingo, 28 de agosto de 2011

Aesedeefege

Calor. Gente. Alcohol. Música.

Ahí estoy, en medio de una aglomeración, cerrando los ojos, como de costumbre, agitando los brazos, moviendo las caderas, hablando, riendo, escuchando. Anhelo perder mi propia identidad para formar parte de un todo o un algo. Dejar la mente en blanco y no pensar, no saber, nada. La nada es parecido a eso. Imposible pensar e incluso sentir. Busco eso, acercarme a la vulgaridad del ser sin tocarla, sólo olerla, acercarme peligrosamente sin sentirla, visualizarla desde lejos, pero palpándola, creyéndome una parte de un sistema muy complejo a la par de sencillo.

Creo que estoy sorda pese a escuchar el tecleo de mi teclado.
Creo que estoy ciega, pese a ver esto.
Creo que estoy muda. Mejor, mi boca sería un torrente de incongruencias idiotizadas por el alcohol.
Mis manos, sabias, escriben lo que mi mente quiere expresar pero mi lengua no sabe, no puede pronunciar.

Escuché música, o ruido. ¿Esto qué es? realmente no es nada. ¿Música? ¿de verdad? llegó un momento en el cual mi oído no sabía diferenciar entre música y ruído, pero, ¿sabes? da igual, todo da igual, porque estoy ahí, escuchándoles u oyéndoles, no sé. Observando cómo tocan las guitarras o cómo se aferran a los micrófonos. Y no hay crisis, ni guerras, ni hambre en Somalia, ni dolor físico, ni mental, ni futuro, ni presente, menos aún el pasado. De lo único seguro es que estaba ahí, frente a ellos, observando cómo un grupo normalucho se creían dioses en el escenario y sabían que no lo eran, y sabían que el público, su público, andaba demasiado borracho, pero ellos tocaban sin tocar, pero lo hacían.
Zombies tambaleantes, afectados por algún encantamiento vudú, muertos en vida, bailaban como si el mañana no existiese, y frente a esa multitud de mentes desconectadas e inconexas estaba yo, feliz, porque no era yo. Triste, pero cierto. Un ente.

Creo que me voy a dormir. 5:15 de la mañana, borracha. Demasiado escrito para tener mis facultades realmente mermadas.

viernes, 26 de agosto de 2011

Ya no estoy, se acabó.

(edit)

miércoles, 24 de agosto de 2011

Pájaros de duraluminio

Hace alrededor de un año, fui por primera vez al aeropuerto de Manises. Para variar, estaba realmente emocionada porque nunca había estado en uno, y lo que es más importante: jamás había visto aterrizar y despegar un avión. Cuando llegamos allí estuvimos mirando las salas, pasillos y ventanillas, ya que días después viajaríamos a Londres. Una vez hecho el recorrido, subimos a la cafetería y nos sentamos en unas mesas pegadas a unos grandes ventanales, donde podríamos observar a los aviones sin ningún problema.
Recuerdo que me latía el corazón rápido, estaba realmente nerviosa, como un niño cuando espera llegar a un parque de atracciones. Al cabo de media hora escuché un gran estallido, ahora, sabría decir sin lugar a dudas, que era el estallido de las turbinas poniéndose en funcionamiento preparadas para el despegue, pero en ese momento me sobresalté y miré por todas partes hasta que identifiqué el abrupto ruido. Fijé la vista en un avión de Ryanair que comenzaba a coger velocidad en la pista. Maldita la emoción que sentí en ese momento, abrí los ojos como platos y mis labios dibujaron una O bieeeen grande. Me fijaba en todos los detalles, sobre todo en las alas y las ruedas y me preguntaba una y otra vez: ¿pero cómo? ¿cómo puede ser?
¿No es fantástica la ignorancia a veces? cuando ves cómo un gigante de cientos de toneladas está volando y dices: ¿en serio? ¿cómo es posible? y está pasando porque lo estás viendo, nadie te lo está contando, no lo estás leyendo. Tú y sólo tú lo estás observando con tus curiosos ojos.
Vi cómo se alejaba el titánico pájaro de duraluminio como diciendo: es posible, aunque en tu cabeza no lo sea, lo es, me estás viendo, soy real.

Creo que es el único momento en el cual me he sentido feliz de ser ignorante. Si supiese y comprendiese por qué vuelan los aviones, no habría sentido la gran sensación que tuve.
Cuando tenga el carnet de conducir, iré siempre al aeropuesto sólo para observar cómo despegan y aterrizan los aviones, escuchar las explosiones de las turbinas, el zumbido del ambiente, todo.


domingo, 21 de agosto de 2011

When you're a stranger

Me quedé pasmada, esperando que las puertas del autobús por fin se abriesen. Y sentía que me miraba tras sus gafas negras de pasta. Fue un minuto eterno. Aferrada a mi nuevo compañero, un libro sobre mitos y leyendas japonesas, me armé de valor. Nunca en la vida me habría planteado el hecho de hacerlo, y es que, sólo de pensarlo me temblaban las piernas y el corazón, siendo un maldito flan con el ceño fruncido. Y la miré. Dos, tres segundos. Se había dejado el pelo crecer, llevaba las mismas gafas de vista que otras veces, con el mismo rostro distraído y soñador de siempre y preciosa, más bonita si cabe. No dejé de mirarla y los dos, tres segundos se hicieron más eternos todavía. Quité la vista, las puertas se abrieron y salí corriendo de allí, abrazando el libro muy nerviosa.
Cuando salí al exterior comenzaron a caerme lágrimas de los ojos. Hacía meses que no la veía y quien sabe el tiempo que tendría que esperar para volver a saber de ella. No sé su nombre. Sólo sé que le gusta mirar por la ventana del autobús pensativa, vestir colores pastel y no llevar complementos como pendientes o colgantes.

Hace como dos años que la vi por primera vez, desde entonces no he podido quitármela de la cabeza y desear encontrármela por la calle. Para ella soy una simple extraña más, para mí, es esa chica que veo cada no sé cuántos meses y que me alegra el momento en el que me encuentro.

viernes, 19 de agosto de 2011

Sí, he vuelto a formspring. Tal vez es la curiosidad de saber los nuevos insultos que me dedicarán o la posibilidad de hablar con personas que sólo se atreven a hablar conmigo anónimamente. No sé.

Así que, si os aburrís, contestaré vuestras preguntas gustosamente =)

http://www.formspring.me/AyumuFosfitun

martes, 16 de agosto de 2011

Ay, tú

Releyendo mi blog privado, mi cubo para vomitar personal e intransferible, he leído un párrafo que realmente merece ser puesto aquí y que me ha vuelto a hacer reflexionar sobre lo efímeras que pueden ser las relaciones amistosas, románticas, loquesea.

Hoy añoro todo. Añoro a Y***, a A**** y a D****. Con el tiempo te das cuenta cómo sin darte cuenta las personas pueden influir en tu vida: me han enseñado a cuestionármelo todo, a vivir una vida sin limitaciones, a ser políticamente incorrecta en cualquier situación sin perder la elegancia.
Realmente creo que estamos hechos de trozos de otras personas, que por mínima que sea una relación y por rematadamente imbécil que sea la persona, siempre aprendemos algo sin darnos cuenta. Y cuando estas personas desaparecen de nuestras vida se produce un vacío que no puede cubrirse con cualquier cosa. Imagino que crecer implica desprenderse de la gente. Crecer da asco.


Como me ocurre cada X tiempo, termino acordándome de esa personita, algo recurrente y tortuoso pero que gracias a ello, supongo, me ha hecho valorar lo que tengo. Considero que debería darle las gracias o matarle de una paliza gitana, no sé.

domingo, 14 de agosto de 2011

Gracias

Hay días en los cuales me pregunto por qué sigo escribiendo en este blog. Comencé como una pequeña terapia para mí misma, escribir todo lo que pasaba por mi cabeza, transformar el turbio contenido en palabras. Pocas veces escribí algo para ser leído por más gente. Tener habilidad o no para la escritura era algo que no me importa en absoluto, más bien el hecho de poder llegar a alguien con mis entradas. No sé si habré cumplido este cometido, pero de algo estoy segura, y es mi gratitud hacia vosotros, o tú, no sé. Saber que lo que estoy escribiendo será leído por alguien más que por mí misma me hace feliz, muy feliz.
No sé el motivo por el cual me leéis (o lees). No sé si es por pasar el rato, simple curiosidad, para conocerme mejor, para luego saber despotricarme mejor... realmente me da igual, en serio, me da igual. Quiero daros (o darte) las gracias por leerme, no sabéis (o sabes) lo realmente importante a la par de gratificante que es que a alguien le interese lo que escriba, aunque sea basura, aunque aparentemente no diga nada. Gracias, gracias, gracias.

Puedo ser muchas cosas en la vida, tanto buenas como malas, pero puedo enorgullecerme de decir que sé agradecer las cosas cuando realmente valen la pena, y creedme, que esto lo vale.

viernes, 12 de agosto de 2011

Degradación del ser

Suele ocurrirme que, en reuniones sociales, me pongo a analizar los comportamientos de las personas cuando interactúan, haciendo comparativas cuando he tenido la oportunidad de hablar a solas con ellos.
¿Por qué esa imperante necesidad de sentirse aceptado en un grupo, tan abrupta como ridícula? Ese falso sentimiento de aceptación cuando haces lo que todos hacen, lo socialmente correcto.

Anoche me reuní con un grupo de gente. Alcohol y conversaciones insustanciales de datos irrelevantes de los cuales mi cerebro, con gran eficiencia, ha eliminado de mi cabeza.
Cuando ingieres alcohol, tu psicomotricidad comienza a fallar, pareciendo un zombie tambaleándose en busca de más bebida, produciendo así, la deshidratación de tu cerebro. Sería irónico si fuesen en busca de sesos, ¡ja!
Además, tu grado de estupidez es directamente proporcional a los centilitros que pueda contener tu cubata.
Si fusionas la falta de psicomotricidad, la deshidratación del cerebro y su consecuente estupidez, tenemos un ente con las funciones básica del ser humano sustituyéndolas por más alcohol.

Y toda esta parafernalia para formular la siguiente pregunta:

¿Por qué?

¿Realmente necesitamos perder una de las cosas más bonitas del ser humano (el habla, el don de la conversación) para sustituirla por degradación?

Desinhibición.

Y aceptación social.

"Yo bebo porque me gusta"

Mentira. El que bebe por placer nunca se emborracha.

Entonces, e insisto, ¿por qué?

Te mareas, sudas, te deshidratas, vomitas... Lo que fuiste una vez termina desapareciendo, dejando aquello más desagradable de ti mismo. Te introduces en una etapa degradante buscando única y exclusivamente aceptación.
Realmente, somos idiotas. Muy idiotas.