domingo, 29 de enero de 2012

Me siento fría pese a estar bajo de miles de capas de ropa.
Hoy he leído cosas que me han sacado una pequeña sonrisa. Después he tenido que tragar saliva para no llorar.
Esta noche me he prometido acostarme a la una. Son las tres de la mañana. Nunca seré una mujer de palabra.
Me gusta tumbarme en la cama y poner los pies en la pared de tal forma que parezca que alcanzo el techo con los dedos.
Y odio el amor.
No es el resentimiento el que escribe, os lo aseguro.
Me he cansado de esperar.
El otro día encontré a una compañera de clase llorando en el baño. Me quedé a su lado silenciosa mientras observaba cómo sus lágrimas se precipitaban a su cuello irremediablemente.

Tengo ganas de ir a Madrid para perderme. Ver mi cuadro favorito y echarme a llorar de la alegría. Sentirme (aún más) pequeña frente a esos gigantes de ladrillo.

Y me voy a fumar.

sábado, 28 de enero de 2012

No me quedan boquillas para fumar. Contemplo la desesperada opción de utilizar cartón.
Hoy es una noche rara. De esas en las que tienes sueño pero no vas a dormir porque crees que puedes hacer muchas cosas despierta y terminas sin hacer nada.

El otro día, en mi instituto, conocí a dos chicas. Estuvimos hablando de lo típico que se habla cuando conoces a alguien: sus gustos musicales. La conversación comenzó con un "¿Quieres matarlo?" refiriéndose a un porro de hachís. Parece ser que entre ese tipo de personas la mejor frase para entablar conversación es esa. Luego comenzaron a hacerme preguntas sobre gustos en particular, hasta que apareció mi compañera de clase y entre las tres hablaron sobre banalidades tales como casas ocupas, raves y drogas.

- Entonces, ¿No vas a raves?
- No, tampoco me gustan. Intento huir del ruido y el gentío.
- ¿Ruido? Dirás música...
- Bueno, discrepo en eso bastante.
- Pero te emborracharás, te drogarás o fumarás porros, ¿no?
(Es curioso cómo dan por hecho que por ser joven tengo que hacer tales cosas)
- Sólo fumo porros muy de vez en cuando. Y no me gusta emborracharme.
- ¿Que no te gusta emborracharte?
(Ojos como platos)
- No, disfruto bebiendo cerveza, ¿Qué necesidad tengo de obligarme a consumir alcohol de alta graduación para emborracharme?
- Qué aburrida eres.
- Gracias.
- Laura es rara. No le gusta mi música*.
- Tu música es ruido.
- No entiendo por qué dices eso, es buena. Deberías respetarme.
- Lo haré el día que tú respetes mis gustos musicales.

Y así.
Nunca me había planteado el hecho de ser una persona aburrida. Sin embargo, no me quita el sueño que tres punkiperroflautas antisistema con gafas Vogue o zapatillas Nike me digan que lo soy ya que no me drogo hasta perder el sentido. Me da rabia esa gente. Me recuerdan a los niños de 15 años que fuman para sentirse mayores. Ellas son incluso, peores.

Me prometí que cuando comenzase el instituto intentaría ser más tolerante con la gente. Pero me cuesta.
Cómo echo de menos tener conversaciones estimulantes.


* Soziedad Alkoholika, Lendakaris muertos y demás grupos con faltas de ortografía para presumir lo rebeldes y geniales que son.

sábado, 21 de enero de 2012

Terror al dequeísmo

Así es. Le tengo pavor. Cuando escribo y tengo que poner algo acompañado con "de" y lo que sea lo paso mal, en serio. Comienzo un debate mental sobre ello y termino borrando la frase sustituyéndola por algo semejante.
Una vez me corrigieron un dequeísmo y me dio vergüenza. Me gustan las críticas constructivas, sin embargo de ortografía, no, porque pienso que no hago ninguna falta (alguna puedo hacer, claro, pero no acostumbro).

¿Sabéis de alguna técnica para no cometer ese error garrafal? Miré por Wikipedia y tal pero el rollo sintáctico no lo entiendo muy bien, hace como tres años que no doy y no entiendo la mitad de las cosas.

No sabéis lo mucho que me alegraría saberlo. :)

domingo, 15 de enero de 2012

He tomado como una rutina placentera escuchar música clásica mientras fumo un pitillo en la ventana antes de irme a dormir. A veces pienso lo fantástica que es esa música, lo que puede llegar a transmitirte sin necesidad de una voz que le acompañe. Suelo pensar mucho y en muchas cosas a lo largo del día, puede parecer que me encuentre en un ensimismamiento ridículo. Algunos le llaman (o me llaman) empanamiento, yo lo llamo abstracción. Nunca suelo contar aquello que pienso, directamente miento si se me pregunta, considero que es algo mío y privado. Es una auténtica delicia perderse en los pensamientos de uno mismo.
Cuando lleno la bañera de agua, me gusta aguantar la respiración una vez sumerjo la cabeza y escuchar los latidos de mi corazón, imagino que es morse, que me habla. De hecho, lo hace. Todavía no sé morse, espero aprenderlo algún día.

Una vez, mi madre me llamó insensible. Esa noche lloré como una niña en mi habitación, horas. No lloro delante de nadie, me da vergüenza. Me cuesta abrirme a la gente, suelo ponerme nerviosa y termino diciendo chorradas. Pero el caso es, que me considero demasiado sensible. Eso no lo sabe nadie. Aparentemente soy la solidez personificada. Eso sí lo saben. Me he emocionado escuchando el Canon de Pachelbel, viendo fotografías en una exposición, admirando mi cuadro favorito o leyendo Ni de Eva ni de Adán. Es más fácil catalogar sin conocer, nos crea una falsa idea de máximo conocimiento sobre algo. Idiotas. Realmente ofrezco tan poco que nadie se para a preguntarme.

Quizá el problema es que realmente no me conozco, tal vez esa sensación sea desprendida por todos mis poros contagiando a cualquiera. Pero si de algo estoy convencida es que si alguien lee mi blog entero y lee entre líneas sabrá conocerme mejor que muchos amigos e incluso mi familia.

Todavía me pregunto por qué escribo esto. No pretendo que nadie me conozca, no quiero que se piensen que me creo alguien especial y magnífico. Mi blog es todos los sentimientos que me guardo a lo largo del día, de los cuales a nadie puedo contar. Creo que esa es la palabra: poder.

domingo, 8 de enero de 2012

El juego de mi vida

Cuando era pequeña, me pasaba la vida jugando con mis amigos y devorando libros, pero si algo fue destacable en esa época fue mi temprana afición a los videojuegos.
Aún recuerdo pelearme con mi hermano mayor sobre quien jugaba a la Nintendo NES después de comer, llorarle para que me pasara la tortura en Metal Gear Solid, ya que quería ver el final en el que se quedaba con Meryl, traumarme de por vida al verle jugar al Resident Evil 2 o alegrarme enormemente al pasarme la liga Pokemon en el rojo de Game Boy Color.

Comencé a jugar siendo muy pequeña, no sé si fue un error de mis padres por consentírmelo o si debería darles las gracias. El caso es, que tengo un cariño impresionante a un juego, quien me conozca, sabe de sobra cual es: Metal Gear Solid.

Contaba con 7 u 8 años cuando mis padres le regalaron a mi hermano ese mítico juego para PSX. Cuando me dejaba, encendía la consola y me lo iba pasando. Seguía la historia, aunque no supiese realmente de qué iba, un tema demasiado complejo para una niña tan pequeña. Pero pronto comencé a saberme de memoria los tipos de armas, qué hacía cada una y cómo emplearlas, ya sea eficientemente o para partirme de risa explotando a los terroristas con misiles Stinger. La única parte del juego que era imposible pasarme fue la de la tortura que mencioné antes. No tenía mucha agilidad en los dedos entonces y pasarme con éxito esa parte me resultaba imposible (estaba empeñada en ver el final con la chica), así pues, iba a mi hermano con ojitos llorosos para que me la pasara. Al finalizar el juego me quedaba maravillada, aunque no sabía por qué realmente, eran muchas las cosas que se me escapaban.

Me hice mayor con esa saga. Le cogía a escondidas las revistas de videojuegos a mi hermano (quién no recuerda la mítica Playmanía, xD) para saber el lanzamiento de la siguiente parte. Aún hoy, sigo emocionándome en la parte que muere Sniper Wolf o el pobre Gray Fox (la última en el autobús de vuelta a casa, en la PSP). Me he llevado alegrías y decepciones, pero el cariño que le tengo a esa saga, no me lo quitará cualquier ida de olla de Hideo Kojima (vease Metal Gear Solid 2 o Metal Gear Solid Rising).

viernes, 6 de enero de 2012

Mein Kampf

Al igual que aquel retaco, bigotudo y acomplejado, también conocido como Hitler, escribo mi propia lucha.

Está originada en mi interior. Siento cómo dos ejércitos, uno visiblemente mejor preparado que el otro, se enfrentan cara a cara a la gran lucha final, la cual decidirá el futuro de mi cuerpo. Comienza la batalla.

Crean trincheras, campamentos, arrasan territorios enemigos, debastan zonas habitadas por seres ajenos a todo conflicto.

Parece cercano el final victorioso del ejército que en principio su preparación era nefasta, sin embargo, y en un día de lluvia y frío, el enemigo saca ventaja y termina haciéndose con todo el territorio. Coronado, conquistado.

En el exterior, saco mi pañuelo blanco, de rendición* y comienzo a toser. Me he constipado.


*Sugerido por el Sr. Anónimo de Formspring. Gracias. :)