martes, 31 de mayo de 2011

TVE y las 5 de la mañana

El sábado de la semana pasada me acosté tarde, a las 5. Fui a fumarme mi último cigarrillo de la noche al balcón. Hacía una temperatura estupenda, un frío que no molesta y una tranquilidad reconfortante. Me gusta salir a pensar mientras observo cómo se consume mi palito de cáncer entre mis dedos, jugueteo con el humo y mis pies. Sin embargo, algo hizo romper ese silencio con algo mejor que el propio silencio: música clásica. Me levanté súbitamente y agudicé mis oídos. ¿Quién podría estar escuchando música a esa horas de la noche? ¿fue una lagrimilla lo que asomó por mi ojo izquierdo? ¿emoción? desde luego. Era una melodía deliciosa: violines, ¿hay algo mejor? Me sentí realmente especial en aquel momento, porque indirectamente, esa persona desconocida y yo estábamos compartiendo algo maravilloso. Cerré los ojos y dejé que la música penetrase en mis oídos, agitase mi mente y estimulase mis sentidos. Mientras, el humo escapaba entre mis dientes, danzarín, mezclándose con el frescor de la noche. Acabó la canción y comenzó otra y seguí absorta un buen rato. De pronto vino a mi cabeza un imponente piano y un hombre joven de manos bonitas acariciándolo, eran las tres de la mañana de un martes, en el que una amiga y yo fuimos al baño de un bar al encontrarnos en la acampada de Valencia. Mientras ella hacía uso de las instalaciones, quedé hipnotizada delante del gran televisor y me dije una y otra vez cómo tenían el valor los de TVE a poner esta clase de programas en horario nocturno.
Cai entonces que esa personita estaría viendo ese mismo programa, por lo que corrí a encender el televisor de mi salón, y en efecto, era la misma canción. Me senté en el suelo, muy cerca de la pantalla y observé y admiré una y otra vez la música, los instrumentos y las manos de los músicos.

Marché a dormir con una gran sonrisa en la cara. Gracias, personita desconocida.


lunes, 30 de mayo de 2011

Domingo de mordiscos y besos.

miércoles, 18 de mayo de 2011

¿Qué pasa cuándo el pueblo se cansa?

Esto:



Comenzad a temernos, porque el pueblo ha despertado y ya nada podrá reprimirnos.

Como todos los días hasta el 22 de mayo, se hará una Asamblea ciudadana en la Plaza del Ayuntamiento, Valencia, a las 20:00. Estáis todos invitados a participar. Ayer fuimos 300, ¿cuántos seremos hoy?

martes, 10 de mayo de 2011

Huele a locura

Una vez allí, nadie defendía una bandera ni lo que ella representaba, perdías el nombre, tu identidad, para ser simplemente un enemigo con un arma. Tocar tierra significó perder la cabeza. Mirar a tu presa a los ojos como quien mira un conejo en un bosque. Y hambre, y dolor, y sangre. Te mira y le miras pero no huye, ya ha muerto. Murió hace meses pero su cuerpo seguía en movimiento. Sabía que encontraría su asesino. Y te vio. Un pobre voluntario, de manos temerosas, defendiendo una patria que ya le había traicionado mucho antes de marchar hacia Vietnam. Acabas con su vida, una vida, un amarillo menos, ¿y luego, qué? Condecoraciones indecorosas que huelen a vergüenza, a napalm, a agente naranja y a generaciones fantasma. Entraron como vencedores y salieron, los que pudieron salir, como vencidos. Llegaron a Estados Unidos sin mirada, muertos en vida sin alma, sin bandera, sin brazos, sin piernas, sin cabeza.
Intereses y niños llorando, el fuego en sus ojos. God saves America.



Foto realizada en una exposición en Fnac, Valencia, fotografías de la película Apocalypse Now. En la foto sale también mi reflejo, mierda.

domingo, 8 de mayo de 2011

Cenas de clase y otros cuentos para no dormir

6 de la mañana. Frío. Abro los ojos. Me encuentro en el suelo de mi habitación con sólo la falda puesta del día anterior. Zapatos, medias, camiseta y sujetador desperdigados por el suelo. Dolor de cabeza palpitante. Me incorporo, o lo intento. Mis huesos protestan como nunca: dormir en el suelo no es precisamente el mejor lugar del mundo. Me siento en la cama e intento recordar la noche anterior: cena de clase, y cerveza, mucha cerveza. Cojo el móvil y comienzo a recordarlo todo.

Te arreglas, te pintas ligeramente y te miras en el espejo. ¿Estoy bien?
Quedas con tu amiga de toda la vida y vas hacia el punto de quedada. Comienza a surgir gente de entre las sombras, como zombies buscando cerebros. Lo típico: qué tal estás, estudias o trabajas, carnet de coche, novios, novias, rollos y gilipolleces insustanciales, preguntas estúpidas que realmente ni te importa la respuesta.
Después de las presentaciones te das cuentas de tres cosas:

1. Después de ser de las más altas de tu clase, te has quedado como un maldito gnomo de jardín.
2. Casi todos fuman.
3. Nadie está en la Universidad.

Entras en el típico bar donde te ponen las típicas tapas y bocadillos. Pero la ves y te quedas totalmente hechizada mirándola: Rubia, de curvas estilizadas, frágil y bien fresquita, una litrona sin empezar. Y es entonces cuando empiezas a beber, y a beber... Brindas por todos, por vuestros órganos genitales, porque seais algo en un futuro, porque os toque la lotería (aunque no juegues). De repente todo cambia y olvidas cómo hablar correctamente, ríes por todo, te besas con tu amiga de la infancia, simpatizas con tus compañeras como si fuéseis amigas... Y es ahí, ese punto en el que sabes que dejaste tu dignidad en la última copa de cerveza barata y decides, seducida por la embriagadez, a seguir en ese mundo de luces y risas.

Te acuerdas que andabas sola a las 3 de la mañana por la calle riéndote, enviando sms's a tus pobres amigas, que necesitaron Dios y ayuda para descifrarlos. Consigues con éxito subir las escaleras hasta tu casa y abrir la puerta. Te tiras al suelo, te desnudas poco a poco para no marearte y te duermes.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Japón, los tubos de neón y mi obsesión

Hay días en los que no paro de pensar en Japón. No sé realmente qué es lo que me atrae de ese país. ¿Su sociedad? tal vez en otra vida ¿su cultura? puede ¿su gastronomía? no lo descarto ¿todo junto? no me convence.

A veces retrocedo mentalmente y me convierto en una niña pequeña. Me encantan las luces de colores, los tubos de neón son mi pasión, los carteles luminosos viejos y rotos. Algo que me maravilla ver en las pelis es el vaho o a-saber-qué-carajo-es-ese-humo que sale de las alcantarillas. O perderme. Tengo una verdadera obsesión con esa palabra. Cuando quedo con alguien muchas veces se me escapa: ¡perdámonos! Me siento frustrada, pocas veces me he perdido en mi vida. La última fue en Valencia, creí coger un buen atajo y terminé no sabiendo donde estaba. Y jolín, me sentía realmente a gusto. Saber dónde no me encontraba no era una verdadera prioridad, más bien una necesidad. Hace tiempo que no tengo esa sensación, y aunque me gustaría compartirla con alguien, es algo difícil. Creo que realmente me pierdo cuando paseo sola. Los mejores momentos los pasamos a solas. Dudo que pudiese disfrutar tanto como lo hice cuando visité Montjuïc sola. Los colores son más nítidos, los sonidos más suaves, el aire mas fresco y mi cabeza más despejada. O cuando descubrí mi cuadro favorito, eso sí fue un maldito amor a primera vista.

Con todo esto quería decir (o más bien decirme) que creo que ya sé por qué me atrae Japón. ¡Por todo! a veces las mejores cosas se encuentran en las acciones más nimias del mundo mundial (algo que siempre he creído). Amo su suelo, sus semáforos, sus restaurantes de sushi con platos que pasan por una cinta delante tuya (aunque odie el sushi), sus niños pequeños con sus gorritos amarillos, su cielo sin estrellas, o su cielo con estrellas si estás en un pueblo, sus rascacielos, sus toriis, sus templos, su hierba fresca, sus cafeterías, sus paraguas transparentes , sus nunchakus (adoro, ADORO esa palabra. Nun-cha-ku. ¡Es perfecta! y ya sé, es de China, pero nunca encuentro el momento en el que decirlo/ponerlo), el vaho de las alcantarillas, las tiendas REPLETAS de cómics y mangas hasta decir basta, sus trenes y las fotos a gran velocidad.

Sé con certeza que el día que vaya a Japón, me perderé. Me perderé tantísimo que incluso llegue a encontrarme a mí misma.


Me encanta este vídeo. No puedo evitar emocionarme.

martes, 3 de mayo de 2011

Me gusta llevar gafas de sol, tengo la sensación de que soy invisible. Ando entre la gente, me miran, pero ellos ni reparan en mi mirada, directa a los ojos, como un rayo.
Y es que, me gusta mirar a los ojos a la gente desconocida. Por lo general, me encantan los ojos y sé que dicen mucho de nosotros mismos. Parece una chorrada, que podría serlo perfectamente, sin embargo, hay más personas que comparten mi opinión. Tuve una conversación con un buen amigo y coincidimos en lo mismo: nos atraen las personas de ojos distintos. Con distinto no me refiero a colores inusuales, sino a su brillantez, tamaño, expresión y armonía.
Me da rabia cuando se describen unos ojos como bonitos sólo por su color. He visto expresiones azuladas tan inertes e inexpresivas como una simple piedra. ¿Acaso eso es bonito?
Observo expresiones desconocidas realmente preciosas. Ojos negros tan brillantes como vivos, castaños tan claros que puedes reflejarte en ellos, miradas llenas de luminosidad, curiosidad, atracción.
Y es que hay miradas que dicen muchísimo, una comunicación visual entre dos personas tan secreta, personal e indescriptible. Hay palabras que escapan de algunas acciones.
No puedo evitarlo, me encanta cazar miradas.