domingo, 7 de noviembre de 2010

Sacas un cigarrillo del paquete de tabaco, algo tan mecánico que ya ni reparas en ello. Miras el cartón y su ridículo mensaje. Lo enciendes. Notas cómo el humo viaja a gran velocidad por tu faringe, luego por la laringe, hasta inundar tus jóvenes pulmones ensuciándolos, llenándolos de alquitrán. Expulsas el humo. Frunces los labios y escapa bailando en el ambiente. Repites la operación. Tu nerviosismo se apacigua, dibujas una sonrisa. Otra vez. Tiras la colilla, friccionas tu tacón en la colilla. Se apaga.

2 comentarios:

Onofre B dijo...

Es muy bueno. A mí nunca me sale retratar la rutina de esta maneraa!! >_<

Dara dijo...

y sin embago, algo sigue encendido.

(es encantador leerla,
señorita)