viernes, 29 de julio de 2011

Aún recuerdo el primer descubrimiento de mi vida. Era pequeña, iba a parvulario, por lo tanto no tendría más de seis o siete años. Estábamos haciendo una fila fuera del colegio para entrar a clase y me quedé absorta mirando el cielo. No sé si solía hacerlo normalmente o fue pura casualidad, el caso es que me quedé mirando las nubes un rato. De pronto vi cómo al menos una de ellas se movía, muy poco a poco, casi imperceptible pero sí, ¡se movía! quedé totalmente impresionada, maravillada, embriagada. Toda mi corta vida pensando que las nubes estaban congeladas en el cielo, que no eran capaces de moverse y resultó que sí, ¡que se mueven!
Recuerdo que corrí a contárselo a mi profesora de entonces, pero decidió que lo que una boquita pequeña y mellada decía, no era importante para prestar atención, así que me di la vuelta, volví con mis compañeros y me quedé con mi pequeño gran secreto guardado. Creo que desde ese instante en el que vi moverse una nube, fue el detonante de mi total observación por las cosas, guardándome, como cuando era una niña, los pequeños grandes descubrimientos para mí solita.

viernes, 15 de julio de 2011

Despertarse sola en la cama

Desde entonces, vivo tranquila. El corazón no se me encoge, ¿sabes? y ya no tengo miedo. Echaba de menos levantarme por las mañanas sola, desayunar sola, vestirme sola, y no tener que estar pendiente de nadie salvo de mí misma. Irme sin dar explicaciones, pasarme las tardes en casa mirando el techo o saliendo con quien quisiese.
Cuando comienzas una relación con una persona, no te importa sacrificar tu tiempo, realmente obtienes tanto que olvidas lo que pierdes. Una vez roto cualquier lazo amoroso, redescubres el sabor de la libertad, o bueno, al menos eso ocurrió en mi caso. No puedo vivir tan bien como ahora. Hacer lo-que-me-dé-la-gana se ha convertido en una necesidad vital en mi existencia.
Y no es que las relaciones no sean geniales, y no digo que el amor sea una basura (que lo es, a veces) pero se nos ha vendido una idea de amor romántico obsoleto. ¿Existió alguna vez, o sólo es una simple estrategia publicitaria para hacer el idiota el día de San Valentín? me cuestiono esos conceptos, desde mi liberamiento, replanteo seriamente mi opinión hasta entonces clara y decidida sobre el amor, tener una pareja o el sexo. Después de madurar estas ideas, mi forma de ver las relaciones sociales ha cambiado considerable y qué cojones, gratificantemente también.
Qué jodidamente feliz estoy, hostia.
Y no, esto no es el resultado de mi furor uterino, que también, más bien es la maldita felicidad que habla por mí.