lunes, 7 de mayo de 2012

Eran las seis de la mañana y estábamos sentados en un banco totalmente solos, cerca del Palau de la Música. Con la cabeza apoyada en su hombro y mirando el suelo, sin pensar en nada, me susurró:

- ¿Te has fijado? Un pájaro se ha caído del árbol y está en el suelo.

Me levanté y comencé a acercarme. Era una paloma bastante grande y no se movía. Me situé delante de ella y me agaché a observarla. Tenía un color pardusco y su cuerpo se movía muy poco, respiraba cuanto apenas. Pasé mi dedo índice por su cabecita, acariciando su cuerpo, su cola. Se estremeció levemente y abrió el pico, pero no hizo nada más. No sé cuánto tiempo estuve acariciándola, pero cuando me di cuenta, su cuerpecito no se movía, no respiraba. Había muerto. Miré a Borja horrorizada, el cual me observaba impasible en el banco. Me levanté de allí, comencé a andar hacia él y me senté en sus rodillas. Me puse a llorar.

-¿Estás llorando?
-No, yo nunca lloro.
-¿Entonces?
-No es nada.

Nos levantamos y andamos hacia ninguna parte.

-¿Sabes qué es lo bueno de presenciar la muerte?
-¿Qué?
-Que te hace sentir realmente vivo.

Nunca en mi vida había visto morir a nadie y sin quererlo, como una simple espectadora, vi cómo una paloma moría sin poder hacer nada por ella.

2 comentarios:

Macabre Asereth dijo...

Marilyn Manson siempre dice: "He visto mi propia muerte en sueños y me ha ayudado a apreciar más la vida. También he visto mi vida en sueños y me ha ayudado a apreciar más la muerte".

Es por eso que debemos llevarnos bien tanto con una como con otra parte de nuestro tan natural ciclo vida-muerte. No hay parte sin la otra.

Admiro ese amor que reflejaste hacia esa paloma, y créeme que tarde o temprano otra de ellas te dará las gracias. Los animales son más humanos de lo que creemos y algunos humanos son menos humanos que se pueda ser.

Belsan dijo...

Es curioso. Casi todo el tiempo tenemos presente la muerte, se la nombra, pero no se la entiende de verdad hasta que no se contempla. Yo una vez vi morir a una mariposa. Se posó en mi brazo y resbaló, y no volvió a volar nunca más. Es curioso, sí. Pero lo has reflejado de manera muy tierna.