viernes, 7 de enero de 2011

Anduvo con su paragüas transparente por las frías calles de Shibuya, mirándose en el espejo la cara, tornándose de colores al pasar frente un escaparate con luces de neón. Rojo, azul, verde. Esperó en aquella esquina acordada. Pasaban cinco minutos de las 18, y no aparecía. Cayeron gotas, miles de gotas, así, de repente. Menuda estampa, típica de una película de amor azucarada. Las 19, las 20... y nada. Dio media vuelta, miró por última vez a su alrededor y emprendió el paso hacia un lugar incierto. No se supo nunca nada más, ni del uno ni del otro.

3 comentarios:

Belsan dijo...

Una historia corta situada en Shibuya, con final amargo y paraguas transparente incluido. Me encanta.

Dara dijo...

Yo sé dónde están, pero prometo no decírselo a nadie si ellos no quieren.


(me gusta tu Peggy Sue, muñeca)

Onofre B dijo...

Me ha ENCANTADO. De verdad, suena genérico, pero es que no puedo decir otra cosa.