lunes, 21 de febrero de 2011

Y cuando abrí los ojos me vi sumida en una habitación de luces y sombras, música perjudicialmente alta, monstruos sin alma bailando cual muñecos agitados en un día de viento. Vi leones ridículamente vestidos con ropas ridículamente monótonas, intentando, con sus torpes pasos de baile, seducir a una indefensa gacela.
Cerré los ojos y los abrí en el baño mirándome al espejo, viendo una gacela al lado de otra, remarcando sus atributos sexuales. Una fiesta de alcohol y feromonas. Una tienda de compra y venta de carne de bajo coste.

Esto no es para mí
.

No recordaba mi nombre, como quise el día anterior. No sé quien era ni a dónde iba. Sólo bailaba, mareada por el alcohol. Es entonces cuando me acechó un león, el cual espanté con mi claro dominio del lenguaje, virtud poco extendida por ese tipo de especie.

Huir.

Salí fuera, junto a tres gacelas más, sentándonos. Fumamos. Se acercó, pretendiendo conquistar el mundo, una manada de leones sedientos. Una escena patética.

-Tienes ojos de bruja, ¿cuál es tu horóscopo?

Basta, por favor.

- Si pretendes ligar conmigo, pierdes el tiempo.

Y marcharon con el rabo entre las piernas, viendo la situación de tres gacelas cansadas y una más alcoholizada y vomitando. Triste.

Lo demás es totalmente irrelevante, más leones, más carne barata y bilis.


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