viernes, 29 de julio de 2011

Aún recuerdo el primer descubrimiento de mi vida. Era pequeña, iba a parvulario, por lo tanto no tendría más de seis o siete años. Estábamos haciendo una fila fuera del colegio para entrar a clase y me quedé absorta mirando el cielo. No sé si solía hacerlo normalmente o fue pura casualidad, el caso es que me quedé mirando las nubes un rato. De pronto vi cómo al menos una de ellas se movía, muy poco a poco, casi imperceptible pero sí, ¡se movía! quedé totalmente impresionada, maravillada, embriagada. Toda mi corta vida pensando que las nubes estaban congeladas en el cielo, que no eran capaces de moverse y resultó que sí, ¡que se mueven!
Recuerdo que corrí a contárselo a mi profesora de entonces, pero decidió que lo que una boquita pequeña y mellada decía, no era importante para prestar atención, así que me di la vuelta, volví con mis compañeros y me quedé con mi pequeño gran secreto guardado. Creo que desde ese instante en el que vi moverse una nube, fue el detonante de mi total observación por las cosas, guardándome, como cuando era una niña, los pequeños grandes descubrimientos para mí solita.

2 comentarios:

Kurai dijo...

Jo, qué mona =D

Dara dijo...

yo los escribo en el reverso de las fotos, para contármelos de nuevo sin querer cuando pasen muchos años.




pd: te dejo un cariño, señorita
(y dos, y todos los que quieras)