viernes, 2 de septiembre de 2011

Una China sorda y psicópata

Seré de las pocas personas que se acuerdan de Liu Xiaobo. Cada poco tiempo, me viene su imagen a la cabeza. En octubre hará un año y medio de su encarcelamiento y ya no se escucha a nadie hablar de él tras el revuelo formado al darle el Premio Nobel de la Paz. ¿Qué ha pasado?
Le quedan nueve interminables años en alguna fría celda de la cárcel de Pekín, un pobre inocente que quiso pronunciarse, que tuvo agallas para alzar su voz entre el ruido de una China dictatorial, no satisfecho con manifestarse en el año 1989 en la plaza de Tian'anmen. Siento tantísima admiración por este hombre que no puedo dejar de escribir, mentar o buscar algo sobre él, alguna pizca de esperanza para mí, para este mundo loco.
Si alguna cosa queda clara de todo esto, es que la democratización de China es cada vez más y más lejana. Realmente, a "pocos" beneficia.

Aquí os pego un estracto de la Carta 08, un manifiesto por la reforma política de China firmada por nada más y nada menos que 8000 valientes intelectuales, activistas por los derechos humanos, artistas y personas totalmente anónimas que buscaban un mazazo al sistema represor y absolutista del país, con una innovación tecnológica asombrosa pero realmente atrasada socialmente.

Han pasado cien años desde la redacción de la primera constitución china. En 2008 se celebra igualmente el 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el 30º aniversario de la aparición del “Muro de la democracia” en Pekín y el 10º aniversario de la firma del Pacto Internacional de derechos cívicos y políticos [ de las Naciones Unidas] por parte de China.

Nos acercamos igualmente al 20º aniversario de la masacre de los estudiantes que se manifestaban a favor a la democracia en la plaza de Tiananmen.

El pueblo chino, que soporta una situación desastrosa en materia de Derechos Humanos y protagonizó innumerables luchas a lo largo de estos años, constata con claridad que la libertad, la igualdad, y los derechos del hombre, son valores universales de la humanidad, y que la democracia y un gobierno constitucional son un marco fundamental para preservar estos valores.

Alejándose de tales valores, el enfoque del gobierno chino en cuanto a la “modernización” resulta desastrosa, privando al pueblo de sus derechos, destruyendo su dignidad y corrompiendo el transcurso normal de las relaciones humanas.

En consecuencia, nos planteamos la siguiente pregunta: ¿hacia donde va China en el siglo XXI?; ¿Continuará con su “modernización” autoritaria, o se adaptará a los valores universales, se vinculará al derrotero común de las naciones civilizadas y edificará un sistema democrático? Resulta imposible eludir estas cuestiones.

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